Estamos hoy ante uno de los discos menos accesibles de los que han pasado por Stoned Guitar. Un disco que, no obstante, conecta perfectamente con la carta de estilo de este blog, dedicado a los sonidos psicodélicos, pesados y guitarreros en toda su amplitud. Un disco que me horrorizó a la primera escucha pero por el que ahora siento fascinación.
Provenientes de Washington, Dead Meadow crecieron al amparo de la pequeña escena punk del DC, con bandas como Fugazi, aunque ellos bebían más de otros como Led Zeppelin, Black Sabbath o 13th Floor Elevators. Según su guitarrista y cantante Jason Simon, la forma de llamar la atención en una escena rodeados de punks fue sumergirse en los sonidos de estas bandas y empezar a tocar canciones de diez minutos con solos largos y riffs pesados, aunque hubo que moverse a California, con una escena psicodélica más establecida. Y ahí empieza la historia de Dead Meadow con, hasta el momento, ocho discos a sus espaldas.
El que hoy nos ocupa, el de su debut, es mi preferido por el momento y yo creo que difícilmente otro disco del grupo le va a quitar el puesto a este gran trabajo. Y eso que, como decía antes, en mi primer contacto con el disco no hubo mucho feeling. Se juntaron dos cosas: una, que esperaba algo más clásico tirando a rock/psicodelia 70's; y dos, la voz de mierda del cantante me molestaba sobremanera.Y es curioso porque, aunque me he acostumbrado, me sigue irritando la voz de Jason Simon, que sigue siendo el motivo por el que mucha gente reniega un poco de escuchar a Dead Meadow.
Y si la voz es el punto flojo, lo fuerte viene en la instrumentación, que acapara todo el protagonismo y minimiza lo anterior. Porque Dead Meadow es una avalancha de distorsión, riffs y atmósferas alucinadas, que toma su referencia en la psicodelia de finales de los 60 pero que la filtra bajo los estándares del lo-fi y el stoner más o menos alternativo, creando un vínculo entre lo viejo y lo nuevo realmente genuino y que parece fluir, de la mano de este power-trío, de manera natural y sin forzar de ninguna manera.
En el disco predomina el desenfreno fuzz y los riffs distorsionados como en "Indian Bones", "Lady" o la impresionante "Beyond The Fields We Know" y oxigena un poco el ambiente con los cortes "Dragonfly" y "At The End Of The World" quedando un álbum igualmente denso, espeso y perturbador.
Un viaje que renueva los códigos del rock ácido tomados de Blue Cheer y 13th Floor Elevators y los presenta a un nuevo siglo de forma novedosa y sin impostar. Lastimosamente, nuncá sera reivindicada y reconocida como se merece la propuesta de Dead Meadow, pues no es suficiente cool para modernos ni suficientemente clásica para clásicos. Aunque no sé, quizá me equivoque.
Por último comentar que, después de este disco ya no me sorprendieron tanto Dead Meadow (de lo que llevo escuchado), aún así, siguen teniendo álbumes más que interesantes que vale la pena escuchar.
VALORACIÓN: 8'5/9
TEMA CLAVE: "Beyond The Fiels We Know"
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